Mi vida en el colegio ha transcurrido muy rápido, o al menos es lo que pienso.
Parece que esta historia empezó ayer, cuando entraba por primera vez, con mi mandil azul, a un lugar en el que habían varios niños de mi edad (en ese entonces) para, según dicen, “aprender”.
Al comienzo me parecía un lugar recreativo en donde nos enseñaban juegos, canciones, poemas y tantas cosas más que ahora, a mis 16 años, me aburren en cierto modo. A ese período de mi vida lo llamo: “aprendiendo a jugar”.
Otro de los gratos recuerdos que se me viene a la mente es cuando estaba en primaria, un nivel en el que aprender a defenderse, en todos los aspectos, influye mucho en tu vida estudiantil o futura. Y creo que si influyó bastante en mí porque, como mi colegio de primaria era tranquilo, en mi colegio de secundaria no supe defenderme bien, hasta que ese conocimiento lo encontré en los amigos de la calle.
Lo que desagradablemente recuerdo de la primaria es que, muchos de mis compañeros, la profesora y yo, teníamos que soportar la mala costumbre de uno de mis compañeros –ustedes creerán que su mala costumbre consistía en robar; no, nada de eso- de pedir permiso para ir al baño cuando ya había comenzado a … ya se imaginarán a que me refiero.
Bueno, dejando de lado todo lo que pasó en la primaria, no puedo negar que fue una etapa en la que me divertí a lo grande y en la que más sobresalí, obteniendo los primeros puestos en mi grado. A esta etapa de mi vida la llamo: “escapando de la niñez”.
Estando ya en un colegio de pura secundaria, pude darme cuenta de que todos los alumnos venían con una conducta en particular, dependiendo a su ex-colegio.
Para mi mala y buena suerte, me tocó estudiar en un salón de puros hombres; mala suerte porque, siendo un colegio de 10 secciones, me tocó uno que no era mixto; y buena suerte porque, al ser puros hombres, formamos un equipo de fulbito tan bueno que no lograron quitarnos el invicto en los campeonatos y fuimos campeones por tres años consecutivos. A ese periodo de mi vida lo llamo: “entrenar para la vida” .
Tengo muchos amigos que dicen: que pena, ya acabo el cole y no veré más a mis amigos. Me parece que dicen eso porque no quieren aceptar que deben afrontar una mayor responsabilidad; lo digo porque soy de las personas que piensan lo contrario.
Al finalizar el 4º año y estando en otro colegio, pude enterarme que los alumnos, al terminar las clases e iniciar las vacaciones, deben llorar al despedirse; eso me dieron a entender aquí, en mi nuevo colegio, porque nunca antes había visto que alumnos, sabiendo que se van a ver en el colegio el próximo año, lloran tan desconsoladamente. No quiero ni imaginar que cómo será cuando acabe este año estudiantil, cuando mi promoción se dé el último adiós, de seguro no querrán separarse.
Al comienzo me parecía un lugar recreativo en donde nos enseñaban juegos, canciones, poemas y tantas cosas más que ahora, a mis 16 años, me aburren en cierto modo. A ese período de mi vida lo llamo: “aprendiendo a jugar”.
Otro de los gratos recuerdos que se me viene a la mente es cuando estaba en primaria, un nivel en el que aprender a defenderse, en todos los aspectos, influye mucho en tu vida estudiantil o futura. Y creo que si influyó bastante en mí porque, como mi colegio de primaria era tranquilo, en mi colegio de secundaria no supe defenderme bien, hasta que ese conocimiento lo encontré en los amigos de la calle.
Lo que desagradablemente recuerdo de la primaria es que, muchos de mis compañeros, la profesora y yo, teníamos que soportar la mala costumbre de uno de mis compañeros –ustedes creerán que su mala costumbre consistía en robar; no, nada de eso- de pedir permiso para ir al baño cuando ya había comenzado a … ya se imaginarán a que me refiero.
Bueno, dejando de lado todo lo que pasó en la primaria, no puedo negar que fue una etapa en la que me divertí a lo grande y en la que más sobresalí, obteniendo los primeros puestos en mi grado. A esta etapa de mi vida la llamo: “escapando de la niñez”.
Estando ya en un colegio de pura secundaria, pude darme cuenta de que todos los alumnos venían con una conducta en particular, dependiendo a su ex-colegio.
Para mi mala y buena suerte, me tocó estudiar en un salón de puros hombres; mala suerte porque, siendo un colegio de 10 secciones, me tocó uno que no era mixto; y buena suerte porque, al ser puros hombres, formamos un equipo de fulbito tan bueno que no lograron quitarnos el invicto en los campeonatos y fuimos campeones por tres años consecutivos. A ese periodo de mi vida lo llamo: “entrenar para la vida” .
Tengo muchos amigos que dicen: que pena, ya acabo el cole y no veré más a mis amigos. Me parece que dicen eso porque no quieren aceptar que deben afrontar una mayor responsabilidad; lo digo porque soy de las personas que piensan lo contrario.
Al finalizar el 4º año y estando en otro colegio, pude enterarme que los alumnos, al terminar las clases e iniciar las vacaciones, deben llorar al despedirse; eso me dieron a entender aquí, en mi nuevo colegio, porque nunca antes había visto que alumnos, sabiendo que se van a ver en el colegio el próximo año, lloran tan desconsoladamente. No quiero ni imaginar que cómo será cuando acabe este año estudiantil, cuando mi promoción se dé el último adiós, de seguro no querrán separarse.

█•█ No lo lean!!! █•█
ResponderEliminaroe ese blog ta bravo pero tu tramquilo eso si es cierto solo pa que lo lea ua personita de 5 a
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